lunes, 13 de febrero de 2012

Arrepentimiento


Sé que no hay tiempo para el arrepentimiento, sé que no hay lugar para el error. Sé que los arrebatos son imperdonables y que nada podría jamás compensar lo hecho. Admito ser la portadora de la oscuridad y en cierto modo una parte de mí goza con todo el sufrimiento que mis actos suelen causar. Por lo general es algo que ignoro, no me causa mayor sorpresa la dicha de las lágrimas del ser humano. A veces es lo más dulce que he podido llegar a probar.

Pero esta vez la filosa daga del arrepentimiento se hunde cada vez más en mi pecho y la cruz de mi error es más pesada de lo que solía ser. Comprendo que fui desleal a lo que sentía. Traicioné una vez más mis principios por la adicción al sufrimiento y aunque el goce que sentí en ese momento fue el éxtasis, hoy solo queda vacío.

¿Qué será de mí ahora? Tus palabras fueron claras. ¿El adiós? Sería poco castigo comparado con el dolor que causo. Asumo las consecuencias de mis actos, y aunque la oportunidad de redimirme se acercara, no seré capaz de pronunciar las palabras de la salvación… ¿será por orgullo? ¿por simple masoquismo? ¿por estupidez? Quizás todas sean correctas. Porque a pesar de que mi alma implora decirlo, algo me calla. A veces pienso que es el temor.

Cuando llegue el momento el tan indeseado, cercano y doloroso momento en que mis palabras pierdan el sentido; cuando mi nombre sea cubierto por una sarta de otros nombres, cuando mi perfume sea borrado por la presencia de una esencia más fuerte, entonces, les imploraré a mis demonios internos algo de misericordia. Les daré mi alma, mi cuerpo, mi esencia con tal de sumirme en el coma de la insensibilidad, de perderme en el ensueño de la desesperanza, de beber del veneno de tu recuerdo y no sentir nunca más.

Quizás el tiempo cure… ¡Ja! ¡Mentira! El tiempo no cura ninguna miserable herida. El tiempo solo vuelve algo más tenue los tormentos, cada vez más recurrentes, cada vez más profundos… cotidianos, constantes, asumidos.

Espero esta noche embriagarme del veneno del rencor, tal vez así deje de sentir tanta tristeza, todo con tal de no derramar una lágrima más.

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