domingo, 16 de diciembre de 2012

Sombra inmortal del desengaño, llegaste con la perversa intención que esconde la cruel casualidad, esperabas mi tropiezo final con la astucia que caracteriza tu maleficencia... ¿cuántas veces habré repasado las mismas líneas, evitando comprender lo que estaba literalmente dicho? Has sido la culpable de una tortura infinita que rasgó mis alas a tal punto de impedirme el vuelo. Sacrifiqué las noches de mi inocente juventud rindiéndole culto al literato maldito que creaste en mi subconsciente. Me elevaste al altar de la diosa más desdichada que las gélidas tierras de la esencia de mi alma pudieran conocer. Cada lágrima fue más desgarradora que la anterior, buscando las respuestas en tierras lejanas. Los gritos que ahogué cada noche, de los cuales me volví asesina, clamando por justicia y descanso fueron desoídos por mi propia razón. Jamás hube imaginado que la peor de mis desdichas fuera provocada por mi propia mente. Cual enfermedad mental, asechaste inagotablemente mis recuerdos, destruyendo todo lo que tuviera lógica. 
¡Ahora sólo parezco ser una demente más! Tantos años siendo prisionera de la tortura que yo misma creé en mí. Tan cegada me tenía que cuando dijose un claro y rotundo NO, urdí mil millones de maleficios para tergiversar las dos letras más claras que hubiera conocido la humanidad, para transformarlas en un terrible laberinto de torturas que me alejaran del descanso eterno.
                Vergüenza debería sentir... ¡¡ lástima...!! Sí, probablemente es lástima ese gris destello de las miradas de las personas que caminan a mí alrededor.
¿Cuántas lágrimas hubiera mantenido dentro del manantial de mi pureza, si no hubiera permitido reinar a la desolación? Definitivamente nada bueno queda en mí. Si no, hubiera logrado ganar la batalla contra la desesperación de una mente que no supo tolerar la negativa. Todo habría sido más fácil. 
                Sólo puedo agradecer a mi poco inteligente corazón (a esa parte de los sentimientos que le atribuimos casi una personificación) por haberle odiado tanto... por haber odiado tanto a ambos... por guardar el rencor necesario para destruir su magnífica figura, lo suficiente para haber acabado con la psicosis que yo misma había producido. Cual maleficio... una simple muestra de esquizofrenia.
Tal parece que la venganza ahora no tiene sentido.
Así parece...
¡Ay! ¡Sé que no debo hacerlo! ¡No debo intentar leer entre líneas!
Siempre buscaré una excusa para perderme en el hediondo perfume de tu recuerdo. Maldito maleficio. ¡Maldito!
No puedo confiar en mis sentidos, no puedo confiar en nadie que interprete las palabras de tus labios finos... siempre me las arreglaré para no entender, siempre buscaré sufrir a los pies de tu memorial.
Eres el ángel dormido... 
Soy la dama que vaga en la oscuridad.

martes, 14 de febrero de 2012

Varios...

  

     Y en un suspiro clamo tu nombre. Aunque tu ausencia sea una daga fría, me resisto a borrar tu recuerdo. ¡Oh! tu dulce voz recorre mis tímpanos, en ti todo es perfecto, tu mirada conmueve mi alma... sólo un suspiro y tu nombre será murmurado otra vez por mis labios y mi corazón volverá a sentirse oprimido y tu voz recorrerá de nuevo mis tímpanos y tu recuerdo inundará mis pensamientos y el frío de la daga se hundirá más en mi pecho... es el precio que estoy dispuesta a pagar.






    Mis ojos te buscan con desespero, mas tu mirada ya no está, mis suspiros claman tu nombre, como eco cada vez más tenue, tu esencia se siente en todas partes (la ilusión me desgarra) y la desesperanza no me convence de que tu suave voz no será por mí oída. Y si pudiera sortear cualquier proeza con tal de obtener la más pequeña oportunidad, no importaría perder mi alma.







     La lejanía de tus versos me atemoriza, se acerca el final, creo que hemos llegado a la última estrofa. Daría mi alma porque no fuera este el verso que destruye, daría mi vida porque fuera el comienzo. Pero tu silueta se desvanece entre el humo de mi habitación. Solo un recuerdo, solo un recuerdo. Y en mis ahogados arrepentimientos siento que solo yo recuerdo. Y el eco de tu voz cada segundo más distante, ya no se oye, solo un recuerdo soy. Probablemente ni si quiera eso. Solo yo recuerdo, solo yo deseo.






    Róbame un beso, eleva mi alma al paraíso, haz que mi corazón lata con más fuerza. Destruye mis temores con un simple beso, ahoga mis dudas, calla mis desesperanzas y hazme creer por un segundo que lo imposible no existe.









     Y tú que solo apareces en mis sueños, donde cada noche pareciera que Morfeo se burla ante mi tristeza. Cada vez más real, hasta que los rayos del sol iluminan el comienzo de la realidad. Deseo con fuerza caer en el ensueño permanente. Si es allí el único lugar donde puedo poseerte entonces no me importa permanecer en los brazos del dios del sueño eternamente.

lunes, 13 de febrero de 2012

Arrepentimiento


Sé que no hay tiempo para el arrepentimiento, sé que no hay lugar para el error. Sé que los arrebatos son imperdonables y que nada podría jamás compensar lo hecho. Admito ser la portadora de la oscuridad y en cierto modo una parte de mí goza con todo el sufrimiento que mis actos suelen causar. Por lo general es algo que ignoro, no me causa mayor sorpresa la dicha de las lágrimas del ser humano. A veces es lo más dulce que he podido llegar a probar.

Pero esta vez la filosa daga del arrepentimiento se hunde cada vez más en mi pecho y la cruz de mi error es más pesada de lo que solía ser. Comprendo que fui desleal a lo que sentía. Traicioné una vez más mis principios por la adicción al sufrimiento y aunque el goce que sentí en ese momento fue el éxtasis, hoy solo queda vacío.

¿Qué será de mí ahora? Tus palabras fueron claras. ¿El adiós? Sería poco castigo comparado con el dolor que causo. Asumo las consecuencias de mis actos, y aunque la oportunidad de redimirme se acercara, no seré capaz de pronunciar las palabras de la salvación… ¿será por orgullo? ¿por simple masoquismo? ¿por estupidez? Quizás todas sean correctas. Porque a pesar de que mi alma implora decirlo, algo me calla. A veces pienso que es el temor.

Cuando llegue el momento el tan indeseado, cercano y doloroso momento en que mis palabras pierdan el sentido; cuando mi nombre sea cubierto por una sarta de otros nombres, cuando mi perfume sea borrado por la presencia de una esencia más fuerte, entonces, les imploraré a mis demonios internos algo de misericordia. Les daré mi alma, mi cuerpo, mi esencia con tal de sumirme en el coma de la insensibilidad, de perderme en el ensueño de la desesperanza, de beber del veneno de tu recuerdo y no sentir nunca más.

Quizás el tiempo cure… ¡Ja! ¡Mentira! El tiempo no cura ninguna miserable herida. El tiempo solo vuelve algo más tenue los tormentos, cada vez más recurrentes, cada vez más profundos… cotidianos, constantes, asumidos.

Espero esta noche embriagarme del veneno del rencor, tal vez así deje de sentir tanta tristeza, todo con tal de no derramar una lágrima más.